Abel y Mayra

Piel sensible al greenwashing, Sin aroma a oportunismo. 127kg

Esta es la multitud con la que cuidas el planeta.

Tanto a Abel como a Mayra esta moda de «venderse a uno mismo» les horripila y se les da de pena por no decir de (palabrota) pena, así que juzgadles primero por el trabajo que hacen y décimo por lo que dicen de ellos mismos.

– Abel procede del exilio venezolano. Llegó en 2015 a Madrid con las titulaciones de músico y fotógrafo debajo del brazo, y la fortaleza de hacer flotar un negocio familiar; pero aquí lo que le ha dado de comer ha sido emprender su propio tour histórico de Madrid, en el que acumula casi 400 reviews de 5 estrellas; todo un éxito para alguien que ha logrado premios internacionales de fotografía y la maestría en bajo eléctrico de jazz… Cero ironía, porque lo único que se le da mal a Abel es venderse. Su amor por la fotografía le ha convertido, inevitablemente, en un gran retocador digital y diseñador con buen gusto. Es una persona muy decidida y super resolutiva que se moviliza a sentimiento con sorprendente intuición, cosa que lleva a Mayra a decirle una y otra vez «NO MIDES».

Sobre su faceta ecológica, que es lo que aquí compete, pues dejaba mucho que desear hasta que se conocieron y ella le amargó la existencia.

Si te interesa la fotografía no dudes en visitar su Instagram “@abelacevedof” y  “linktr.ee/Acevedo” .Y si te gusta el Rock, puedes escuchar su primer EP «Out of control» de «Rockweiller» en Youtube y en Spotify. (Él no sabe venderse, pero yo lo encuentro facilísimo).

– Mayra es madrileña pero no gata. Se diplomó en Biblioteconomía y documentación por titularse en algo, y gracias a ello pudo pagarse un master de creatividad publicitaria que le costó un riñón y medio, pero que volvería a dar junto con un pulmón, si fuera necesario. Trabajó de copywriter en una agencia de publicidad hasta que se consumió y empezó a pensar de más en la finalidad de su trabajo. Lo que vino después fue un periplo de experiencias laborales dispares, que llegaron a su cúspide en Australia, donde a parte de panadera, nani, camarera y profesora de español, fue estudiante de Marketing, por exigencias de la visa. Allá por 2014, durante una dinámica de «eneagrama» con n’UNDO (Google responde), decidió que su animal espiritual es la tortuga marina: fuera de su medio, una castaña pilonga; en su salsa, crema. Con Abel sobrelleva con mucho humor su torpeza, balancea su indecisión, perfección obsesiva y una valentía que se lleva a palos con su timidez.

Sobre su faceta ecologista, resumo diciendo que la ecoansiedad era eso que no sabía cómo llamar a los 15, y que en las antípodas consiguió ver claro que su futuro profesional debía aunar creatividad, ecología y ansiedad vital. Ahora trata de vivir de la forma más coherente que puede aun sabiendo que eso es un imposible de libro. 

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