
Planta árboles para proteger no para salvar
Hoy es el Día Internacional de los Bosques, un día perfecto para hablar de que plantar árboles sin ton ni son, no te asegura morir en paz y tampoco hacer un bien al planeta. En cambio hay mucho desconocimiento y falta de informacion sobre este tema, y quizá sea porque interesa seguir vendiendo la moto de la huella de carbono neutra.
La semana pasada hicimos esta pregunta en el Instagram de laola a ver que pasaba:


El planeta tierra se ve mucho más verde que antes de la Revolución Industrial.
Tenemos tan interiorizado que el verdor en el planeta es síntoma de buena salud, como que un cielo azul es un cielo limpio, o que el humo de las chimeneas cuando es negro contamina más. Y lo cierto es que no. Gases tan perjudiciales como el metano son invisibles y ver prados en Groenlandia significa el derretimiento de capas de hielo que llevaban siglos congeladas.
El suelo contiene casi tres veces la cantidad de carbono que la atmósfera y la biomasa (bosques y plantas) combinadas.
Lo que está reverdeciendo la tierra son los monocultivos, de aceite de palma, caña de azúcar, soja, algodón o de árboles como el eucalipto. Todas esas hectáreas verdes están desplazando zonas de bosques naturales sacrificando décadas de biodiversidad y un pulmón a pleno rendimiento. Cuando una empresa decide sustituir un bosque por un monocultivo o una edificación, no sólo elimina un sumidero de CO2, sino que libera todo el carbono contenido en esos árboles talados y todo el carbono retenido en ese suelo, al removerlo con maquinaria. Eliminar un bosque es una catástrofe se mire como se mire, pero desgraciadamente no es tan impactante como una mancha de petróleo en el mar.
Compensar las emisiones actuales con bosques no es suficiente, es imposible incluso con super captadores de CO2 como los álamos.
No, no es posible solventar la crisis climática sólo plantando árboles porque ello requeriría crear bosques tan grandes, que eliminarían un tercio de los ecosistemas y desaparecerían una cuarta parte de los cultivos, algo insostenible para la alimentación humana. Además llevarlo a cabo llevaría entre 50 y 100 años, que es lo que se tarda en plantar los árboles, esperar a que alcancen la madurez y sean capaces de «limpiar» la atmósfera de CO2.
Hace décadas que existe un gran interés porque confiemos en las soluciones a la crisis climática basadas en la naturaleza, y la razón es simple, es una estrategia muy popular, fácil y sobretodo barata para seguir contaminando como siempre. Organizaciones como «Amigos de la Tierra» lo tienen claro: «las soluciones basadas en la naturaleza son un lobo con piel de cordero».
Proteger y mantener los bosques naturales intactos es más eficiente, más ecológico y menos costoso que plantar árboles o replantar, pero para una multinacional lo importante es el coste de oportunidad… Eso que dejan de ganar les vale más que un bosque y que todo un planeta.
Plantar árboles puede ser un remedio más dañino que la enfermedad si se hace de forma incorrecta y en zonas donde nunca hubo un bosque.
Es importante elegir bien la zona en la que hacer crecer un bosque. La naturaleza es muy sabia y allí donde nunca crecen árboles suele ser por una razón de peso: puede ser una zona propensa a incendios o escorrentía, zonas que tradicionalmente han sido sabanas o praderas vitales para la salud de los ecosistemas y para las comunidades humanas, o zonas de nieves perpetuas que deben seguir siéndolo.
Plantar muchos árboles en zonas nevadas aumenta la radiacion solar en estas zonas y favorece el deshielo, incrementando así el calentamiento global. Lo mismo sucede con las praderas de tundra del Ártico, donde nunca han crecido árboles precisamente porque elevarian la temperatura del suelo derritiendo el famoso permafrost o hielo milenario, que encapsula toneladas de carbono y «Yisus» sabe qué bichos prehistóricos infecciosos.
¡Ah! entonces lo más lógico sería hacer bosque donde antes existían o repoblar más los existentes hasta su máxima capacidad… Pues tampoco es tan fácil, porque la naturaleza además de sabia es un poco caprichosa. Por una parte si se densifican demasiado los bosques el riesgo de incendio se multiplica y por otra parte la biodiversidad de un bosque no es algo sencillo de replicar por los humanos, pero sí por la misma naturaleza de manera espontánea. Es como si la naturaleza nos dijera «quita, que ya lo hago yo». Así ha pasado en todo el este de EEUU, deforestado hace 200 años y recuperado de forma natural sin intervención humana.
Por suerte o por desgracia para los humanos «Es más fácil hacer crecer semillas que árboles», es lo que dice el ecólogo Mark Huxham, que en este artículo relata casos de forestación y reforestación con un nivel de fracaso, que podrían ser noticia del Mundotoday.
- En las replantaciones que se hicieron en los manglares de Sri Lanka, después del tsunami de 2004, sobrevivieron menos del 10% de los árboles en el 75% de las localizaciones.
- En la Selva Amazónica se llegaron a plantar árboles de plástico para recibir el incentivo económico prometido por el Protocolo de Kioto en 1997.
- En zonas con escasos recursos la población o repoblación de un bosque es vista como una fuente de materia prima a explotar y no proteger. Esto pasó Kenia donde cada árbol plantado era cortado para hacer leña o material de construcción.
Actualmente están en marcha dos grandes proyectos de plantación de árboles uno liderado por el Foro Económico Mundial «1t.org» cuyo objetivo es plantar un trillón de árboles antes de 2030 y la campaña «Plan for the Planet» con objetivo similar llevada a cabo por una asociacion de organizaciones nacionales independientes y dirigidas por la fundación Plant-for-the-Planet. Es complicado no pensar que estos movimientos se han dejado llevar por el entusiasmo aunque en alguno de ellos he leído que tienen una campaña con un nombre parecido a este: «Plantar correctamente en el lugar correcto»; parece que no van muy desencaminados.
Los bosques no viven para limpiar nuestro aire, ni nuestra conciencia, sino para albergar y proteger la vida de muchos seres vivos, incluidos los seres humanos. Proteger no significa salvar, ni servir sino convivir en un equilibrio natural perfecto para el desarrollo de la vida. No te afanes en plantar un árbol hoy o un bosque antes de morir, pon toda esa energía en vivir (y exigir) una vida sostenible para proteger la naturaleza, que ella solita se hace camino.